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La espeluznante historia del niño que se transformó en el asesino serial más joven de Estados Unidos

by Daniel Rojas

Craig Price tenía 13 años cuando cometió su primer asesinato, en 1987, apuñalando a una vecina que vivía en la misma cuadra de su casa. No lo descubrieron y dos años después asesinó a una madre y sus dos hijas que también eran vecinas. Para matarlas usó los cuchillos de cocina de la casa, con los que las apuñaló más de cien veces.

Cuando Marie Bouchard giró la llave en la cerradura para entrar a la casa de su hija la mañana del 4 de septiembre de 1989, jamás imaginó que estaba abriendo la puerta hacia un infierno del que no podría salir el resto de su vida.

Lo primero que vio fueron salpicaduras de sangre esparcidas por toda la sala y, al mismo tiempo, un olor nauseabundo le ‘hirió’ la nariz.

Marie caminó hacia el pasillo que llevaba a los dormitorios y ahí las encontró: su hija Joan Heaton, de 39 años, estaba tendida bajo una sábana empapada en sangre; su mano derecha estaba extendida, como si quisiera alcanzar al otro cuerpo, el de Jennifer, de 10 años, que también estaba inerte sobre el piso.

Durante algunos segundos, Marie albergó la esperanza de que su otra nieta, Melissa, de 8 años, se hubiera salvado, pero la perdió cuando vio su cuerpo en la cocina, en medio de un charco de sangre.

Los peritos forenses contaron 57 puñaladas en el cuerpo de Joan, además de huellas de estrangulamiento en el cuello y un golpe brutal en la cabeza; Jennifer y Melissa también habían sido salvajemente apuñaladas.

Al examinar la escena del crimen, los policías imaginaron el accionar brutal de un hombre fuerte y corpulento. A ninguno se le ocurrió que el triple crimen podía ser obra de un niño de apenas 15 años que pasaría a la historia como el asesino en serie más joven de los Estados Unidos.

FBI

El FBI envió a Gregg O. McCrary, uno de sus mejores detectives y agentes perfiladores, quien sería ideal para llevar el aterrador caso.

McCrary llegó a dos conclusiones: el asesino vivía probablemente en el barrio, y había entrado a robar y no a matar, dado que había utilizado los cuchillos de la casa, un “arma de oportunidad”.

También sugirió que el triple crimen podía tener relación con otro asesinato sin resolver cometido dos años antes, con el que encontró coincidencias muy significativas.

En el asesinato de Rebecca Spencer, de 27 años, en julio de 1987, también había sido apuñalada repetidamente con un cuchillo de embalaje.

Otra similitud entre los casos fue una exhibición inusual de “exceso”. Joan y Rebecca fueron apuñaladas aproximadamente 60 veces cada una, y las niñas alrededor de 30 veces.

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La venda delatora

McCrary les dijo a los investigadores que por la “manera frenética del apuñalamiento” utilizada para matar a los Heaton era probable que el asesino también se hubiera herido a sí mismo y les sugirió que buscaran en el vecindario a alguien que tuviera la mano cortada o vendada.

Habían pasado 36 horas del descubrimiento de los cuerpos cuando los detectives Ray Pendergast y Mark Brandreth vieron a un joven negro que caminaba por un parque cerca del lugar del crimen.

Parecía un niño, pero tenía la mano vendada. Los policías se bajaron del auto y le preguntaron si había oído hablar de los asesinatos y sobre cómo se había lastimado.

El joven les dijo que se había emborrachado hace tres noches y que al romper el vidrio de un auto se había herido.

Ante esto, y por la apariencia infantil de menor que se identificó como Craig Price, los investigadores lo dejaron ir.

Al día siguiente lo citaron con sus padres en la comisaría y lo interrogaron. Craig volvió a contar cómo se había lastimado la mano, pero su versión difería en detalles con la que había dado el día anterior.

Los detectives le pidieron entonces que se sometiera a una prueba con el detector de mentiras. Craig aceptó, pero falló.

La mano vendada de Craig y el resultado del polígrafo no eran mucho, pero los detectives insistieron durante más de una semana para que un juez habilitara una orden de allanamiento de su casa.

Una vez lograron requisar la casa del sospechoso, encontraron una bolsa de basura llena de pruebas incriminatorias. Había varios cuchillos ensangrentados de la casa de las Heaton, junto con prendas de vestir, guantes y otros objetos ensangrentados.

Las confesiones

Estando detenido, pero sin ninguna presión, el joven comenzó a contar detalladamente los actos que había cometido contra las mujeres en cuestión.

“Entré a la casa para robar y no me di cuenta de que el ruido había despertado a la madre. Me descubrió cuando prendió la luz de la cocina. Yo me asusté y me le fui encima, la golpeé y la estrangulé”

“Entonces llegaron las chicas, porque la mamá había gritado. Las agarré y las apuñalé con un cuchillo. Una me mordió la mano. Después agarré otros cuchillos y seguí. A una la golpeé con una silla en la cabeza porque me mordió. Después estaban muertas”, relató.

Finalmente confesó que también había dado muerte a Rebecca Spencer cuando esta lo descubrió robando en su casa.

Como había cometido los últimos tres crímenes un mes antes de cumplir los 16 años, Craig Price no podía ser juzgado como un adulto.

El 21 de septiembre de 1989 lo llevaron frente a un juez de menores, donde se declaró culpable de los robos y los asesinatos, y fue enviado a un Centro correccional juvenil, donde debería permanecer hasta cumplir los 21 años, cuando además de salir en libertad sus antecedentes quedarían sellados.

Una vez cumplidos los 21 años, Craig volvió a las calles; sin embargo, pasó breves temporadas en libertad y la mayor parte del tiempo en la cárcel por delitos menores que le permitían salir al poco tiempo.

En 2009, le cortó el dedo a un guardia que intentó separarlo de una pelea en presión, lo que le costaría la extensión de su condena que lo mantendría entre rejas hasta 2020.

El 4 de abril de 2017 asesinó, también con una faca fabricada por él mismo, a otro recluso llamado Joshua Davis. El 18 de enero de 2019 fue condenado a 25 años de prisión por ese crimen.

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